La cara más social de los cajeros automáticos

No son un mero dispositivo para que los ciudadanos accedan al efectivo. Los cajeros automáticos también aportan un importante valor añadido a la sociedad, ya que ayudan a reducir el riesgo de catástrofes y mitigar la pobreza, como se ha demostrado en los más de cincuenta años de historia que ha vivido este dispositivo a los dos lados del Atlántico.

 

Así lo asegura el consultor independiente en gestión de catástrofes James Shepherd-Barron, que además es fundador de la ATM Appreciation Society y autor del libro Hole in the Wall – Memoirs of a Cash Machine. Y es que la aparición del primer cajero automático, un 27 de junio de 1967 en una sucursal londinense de Barclays, cambió para siempre la forma en la que administrábamos nuestros ahorros y, por supuesto, nuestra manera de consumir.

 

Pero su aparición ha sido especialmente beneficiosa en zonas vulnerables, con alta despoblación o que han sufrido una catástrofe natural, ya que su presencia garantiza el acceso al efectivo sin necesidad de complejas infraestructuras tecnológicas, al mismo tiempo que impulsa la resiliencia entre las poblaciones afectadas. Además, favorece la inclusión social y alivia la pobreza, otorgando mayor dignidad y autonomía a los consumidores; sin olvidar que el dinero en metálico protege la privacidad de los usuarios al no existir intermediarios en las transacciones.  

 

El Banco Mundial estima que casi una cuarta parte del PIB mundial (24%) depende únicamente del efectivo y, según datos de Retail Banking Research, el número de cajeros automáticos está creciendo alrededor del 10% en la región de Asia Pacífico, lo que demuestra que la población confía y apuesta por la opción de pagar en metálico.